Páginas

Buscar este blog

19 de septiembre de 2006

Bitácora del Sáhara

"Fragmentos, apuntes de bitácora del último viaje por Marruecos y el Sáhara"

Espacio tostado al sol, tan amplio que empequeñece el tiempo haciéndolo ligero, liviano, eterno, un espacio distante que nos devuelve súbitamente al tiempo niño, ese tiempo en el que caben mil historias, mil sensaciones en cada momento, espacio tostado, alma de desierto.

Torbellino de impresiones, aire reemplazado por humo y polvo, abundancia de vida libre de asepsias, miradas y pensamientos entrometidos, trajineo permanente, color ocre, olor acre, autenticidad, definición de contornos, luz cálida iluminando este inmenso Marruecos.

Errachidía puerta del desierto, buen ánimo, nos impregna el ambiente de aventura.

Navegación instrumental bajo las estrellas, mágica tecnología que guía nuestros pasos en el oscuro, libertad, emocionante incertidumbre, nomadismo, alma de desierto.

Esta arena, obstinada amante que nos abraza sin dejarnos marchar. Nos sacará de ella el ímpetu, la disposición de ánimo, la certeza.

Toda aventura comienza dentro, en el interior, en ciertas regiones remotas del alma. Comienza allí, en las llanuras desérticas donde las emociones, los impulsos, las decisiones se escriben en arena, y al dibujarlas brotan como un manantial hacia la superficie de la vida y se manifiestan y se expresan dando forma a la aventura que nació de un simple dibujo de arena en regiones ignotas del alma.

Alma de tuareg, nomadismo, esencia de desierto.

16 de septiembre de 2006

El uniforme 1

El uniforme le sentaba bien, la rigidez del corte camuflaba el pretérito imperfecto en que se había convertido y los enlucidos galones, brillaban sin alumbrar las oscuras sombras que proyectaban las oquedades de su alma.

Era un uniforme de guerrera larga, talle fruncido y brillantes botas de caña alta, un uniforme impecable que sobre-dibujaba un halo de rectitud, en una vida perfilada por los abruptos senderos de la tortura y la depravación. Era un uniforme verdaderamente representativo de una élite, de un credo, de un ideal tan alto como los mástiles de sus banderas, tan despiadado como el filo de sus espadas.

Lucía su uniforme todo el día, siempre, se diría que sin el se sintiera desnudo, esa desnudez que sólo es soportable para los que no tienen nada que ocultar detrás de un uniformado disfraz.


Lucía su uniforme sí, con esa resplandeciente botonadura que el asistente pulía con esmero y regularidad castrenses, refulgían también las condecoraciones y los dorados galones, conseguidos por su personal empeño y por el sacrificio de muchos, sacrificio litúrgico de tantos, que las cifras no podían explicar.

Bello uniforme, estandarte de reconocimiento social detrás del que se parapetaba aquel ejemplar militar, que en su bonito chalet con jardín vivía junto a su adorable mujer y sus cuatro rubios hijos, una casa espléndida, con servidumbre a cargo del estado y coche oficial a la puerta, una casa con espectaculares vistas. Era el refugio del guerrero, que tras su larga jornada colgaba por fin su uniforme en el galán de su dormitorio, desde el que se divisaba el próspero negocio del que vivía la impecable familia del comandante Hess; el campo de exterminio de Auschwitz.